Muchas veces no nos damos cuenta del bien que nos hacen las personas que simplemente permanecen a nuestro lado pase lo que pase. Y es que, a veces no es necesario decirle a alguien cuánto le quieres. A veces, lo realmente necesario es saber escuchar, saber acompañar y saber reír con alguien que está para ti.
En ocasiones, nos refugiamos en una persona y creemos que nuestra felicidad depende de ella, pero con el tiempo, con los años y con los daños, he aprendido que nuestra felicidad no debe depender de alguien que cualquier día puede irse por la puerta de atrás de tu vida.
He aprendido a ser feliz a pesar de los problemas, a ser feliz rodeada de personas que odian verme caer y que siempre me muestran su sonrisa amiga. He aprendido a ser feliz por mí misma, centrándome en mi, que muchas veces hace falta, pero centrándome también en esas amistades que son tan valiosas aunque no las sepamos valorar lo suficiente.
La vida, amigos, está para vivirla con personas que te llenan y te aportan felicidad. La vida está para disfrutarla con esas personas que hacen mucho sin saberlo.